DE LA IDA AL ÉXITO

Conocimiento, organización y amor por lo nuestro para rescatar a la cotorra margariteña



Quiero compartir aquí un caso de cómo el trabajo organizado y en equipo unido a una profunda vocación y compromiso por nuestra tierra pueden hacer la diferencia y establecer un cambio positivo.

Desde hace más de 30 años, la cotorra margariteña o cabeza amarilla como (Amazona barbadensis) que habita en la península de Macanao, Isla de Margarita del estado Nueva Esparta, estaba en peligro de extinción, ya que su hábitat estaba siendo vulnerado, entre otras causas, con la incontrolable extracción de arena para la construcción.

Fue a partir de allí cuando los científicos de la ONG Provita intervinieron para diseñar un plan destinado a sacar a esta especie de la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Uno de los principales retos para salvar a las cotorras se resumía en:
-          Restauración ecológica de su hábitat ejecutando un plan de largo alcance que incluyó el enriquecimiento de los suelos y la siembra de árboles.

-          Combatir los cazadores furtivos que se robaban los pichones de los nidos para el comercio de mascotas.

-          Mejorar la relación de las comunidades con esta especie, evitando su convivencia con ellas en cautiverio.

De allí salieron iniciativas novedosas de participación vecinal, como la creación de un equipo de ‘EcoGuardianes’, jóvenes de la comunidad dispuestos a proteger los nidos de las cotorras, monitorizando los nidos para supervisar el buen estado de los huevos y pichones.

El biólogo venezolano José Manuel Briceño, subdirector regional de Provita en Nueva Esparta, explicó para el portal internacional Mongabay que la elección de la cotorra margariteña, no fue al azar. Sino que al ser considerada como una “especie paraguas”, el tamaño de sus poblaciones era un indicador positivo de otras especies como el cunaguaro, el venado de Margarita, el conejo o la iguana.

Pero además argumentó que se trataba también de una “especie bandera”, así que para conservar el acervo cultural de la isla de Margarita y mejorar los lazos con las comunidades, eligieron a esta especie entre todas las presentes en la ínsula.

Actualmente, el resultado este esfuerzo científico-comunitario se evidencia en unas 1700 cotorras margariteñas, tres veces más de los ejemplares registrados en 1989 cuando el proyecto comenzó.

Provita atribuye el éxito del proyecto a toda la estrategia desplegada para derribar cada uno de los obstáculos que impedían el normal desarrollo de esta especie, como el saqueo de nidos en más del 90% desde 2003. Un logro posible con el trabajo sostenido de los ‘EcoGuardianes’, la policía local y las autoridades regionales del Ministerio de Ecosocialismo.

El éxito de este programa no solo ha sido reconocido en Venezuela. En 2018, el biólogo Jon Paul Rodríguez, cofundador de Provita y jefe de la Comisión de Supervivencia de Especies de la UICN, recibió el Premio Whitley —el Oscar Verde de la conservación— por el trabajo desplegado a lo largo de treinta años en la Isla de Margarita, específicamente, en la península de Macanao.

Este ejemplar proyecto conservacionista ejecutado en alianza con la comunidad y sostenido por más de 3 décadas con excelentes resultados, plantea extenderse hacia otras islas cercanas, así como reforzar los cuadros de voluntarios que mantienen el compromiso de proteger esas hermosas aves venezolanas.


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